GESTOS TIPO IMPLÍCITOS

Si aplicamos un control consciente sobre nuestra acción, trabaja el lóbulo frontal. Para explicarlo es necesario recordar algunos fenómenos básicos. A grandes rasgos nuestro cerebro dispone de dos formas de almacenar y recuperar el conocimiento y las habilidades: un sistema implícito y otro explícito. También se les llama consciente e inconsciente o declarativo y no declarativo. Sin embargo, es más acertado hablar de explícito e implícito. El primero se basa en normas que se pueden formular y requiere nuestra atención consciente; por ejemplo, cuando aprendemos a jugar al ajedrez, recibimos las primeras lecciones de conducción o cuando aprendemos a escribir. Por el contrario, actuamos de manera implícita cuando hacemos cosas sin prestarle atención. Ocurre al adquirir conocimientos a partir del aprendizaje automatizado mediante la práctica, como la escritura o la firma y, especialmente, cuando recuperamos conocimientos ya aprendidos. Al aumentar la práctica, la mayoría de las destrezas van pasando del modo explícito al implícito. Con pocas palabras, durante el estado de fluidez, por ejemplo, cuando firmamos, el sistema implícito toma el control. Para ello es necesario que el sistema explícito se desconecte simultáneamente, es por ello que los gestos tipo idiosincráticos fluyen de manera natural, al estar totalmente automatizados.

Cuando se intenta imitar, copiar, o auto-modificar una escritura o una firma, entra en juego el lóbulo frontal, prestando atención a todo lo que estamos realizando, entramos en modo explícito, resultando agotador cognitivamente ya que para el cerebro es un aprendizaje inédito, cometiendo errores involuntarios e inconscientes como, correcciones, retoques, rectificaciones, temblores, falta de espontaneidad, naturalidad…, que causan las nuevas actividades, nos podemos acercar, aproximar a imitar una escritura o firma, pero nunca podremos automatizarla como el original.

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